12 enero 2007

EL GUARDIAN DE LA ALAMEDA

Cierto día que visita a mi falimia en mi hogar, caminabamos con un amigo ex alamedino por la calle y le contaba sobre ciertos sucesos para normales que acontecían en la escuela, sobre fantasmas y espantos. Me dijo que tomáramos asiento; recordó su vida dentro de la escuela y me contó el suceso siguiente:

Los domingos por la tarde eran común llegar cansado a la escuela, depués de un paseo por "Chimal" como le llamaba eviatando mencionar el sonido de las siete letras restantes de "Chimaltenango" o bien venir sentado por unas horas en el asiento de bus "La Esparanza" ¡Era un sacrificio! Sí, un verdadero sacrificio recompensando con la satisfacción de haber compartido con la familia una horas en casa.

Pues uno de esos cansados domingos, después de cenar, Mario un compañero de la escuela que habitaba en el módulo A-14, uno de los que estaban al fondo del internado (antes los varones estaban en el mismo terreno con las mujeres) decidió estudiar un poco puesto que ya se aproximaban las evaluaciones y quería estar preparado para esa época.

Mientras Mario estudiaba, sus compañeros de cuarto se fuero acostando uno por uno y a la vez durmiéndosem, quedando solo en el mundo de los despiertos a esa hora en la escuela. Las 23:05 horas marcaba el reloj; el sueño le fue entrando como la oscuridad entraba en la Alameda todas las noches saludando a los grandes cipreces y a las lechuzas que se refugiaban en el musgo que de ellos colgaban. Tal sueño hizo que Mario dejara de estudiar y se acostara a dormir junto a la ventana, con la costumbre de dejarse la almohada en el pecho.

Cuando el silencio de la noche reinaba y todos dormían en brazos de Morpheo, un ruido hizo que Mario despertara ¡era un ruido de pasos! Rápidamente se asomò y limpiò el sereno que cubría la ventana; bajo la luz de la luna pudo observar a "un anciano vestido de blanco" con un perro negro a su lado.

El anciano se desplazó por el muro que divide a la comunidad del internado; luego se detuvo y lanzó su mirada hacia donde Mario estaba. Rápidamente se acostó en su cama y cerró los ojos acompañado de ¡pum pum! de su corazón, por el susto, pero los abrió rápidamente. El corazón se aceleró más al observar la silueta del anciano que se encontraba frente a la ventana tratando de localizarlo. Cerró los ojos nuevamente con más fuerza; no podía gritar para despertar a sus compañeros.

Al abrir los ojos nuevamente, sintió el terrror al observar la silueta del anciano pero no ¡no había nadie!

Nuevamente se colocó la almohada en el pecho y cerró los ojos tratando de volver a dormir, pero la curiosidad hizo que volviera a abrir los ojos y comenzó a gritar al darse cuenta que lo que tenía en el pecho era una "calavera humana". Al escuchar los gritos, los compañeros despertaron y lo calmaron, pero ¡no tenía ninguna calavera sobre el pecho como él decía!, por lo que sus amigos lo consideraron como un sueño. Lo único raro que notaron sus compañeros es que la almohada no se encontraba en el cuarto y por más que la buscaron no la encontraron.

A la mañana siguiente, recuperando el valor con la luz del día se sorprendió encontrar la almohada en el pasillo.

Luego de contarme eso nos dirigimos a nuestras casas, pues ya era hora del almuerzo.

Cuando regresé a la escuela con la curiosidad de lo que había contado mi amigo, traté de investigar le por qué de los sucedido y un maestro me contó lo siguiente.

En la finca La Alameda, cuando la Escuela Pedro Molina aún no existía, vivió un guardián que dedicó toda su vida a cuidar dicha finca junto a su fiel perro. Pero pasó el tiempo y falleció en su casa, dejando una calavera que guardaba -quien sabe de quien- y que encontraron no sé en qué lugar.

Cuentan que todas las noches el anciano aún vigila junto a su perro; pareciera que no quiere avandonar la finca y dicen que a la vez anda en busca de su calavera perdida.

Yo por eso no me quedo más de las 21 horas despierto, y siempre aconsejo a mis compañeros, que si tienen una cita en la noche con una "patoja", mejor no lo hagan, porque se pueden encontrar con el fantas del "Guardián de la Alameda".

Autor Ronald Gustavo Pichillá.

11 enero 2007

LA COYOTA

Esta leyenda se ha venido contando de generaciòn en generaciòn.

todo esto ocurriò en mi aldea San Jacinto, municipio de Chimaltenango, como en al año 1915. Dice que exsistiò una hermosa mujer que se llamaba Elena; no era tan baja, el color de su piel era moreno claro y no era tan delgada. En pocas palabras, la mujer era muy hermosa. No se por que la gente le decìa ¨La Coyota¨ ; quizàs por defecto que tenìa en sus dientes, los cuales eran muy grandes; tal vez era la razòn por la cual la llamaban asì.

En ese entonces la gente acostumbraba tener criamza de animales y lo que màs criaban eran gallinas. Habìa un señor que tenìa un gallinero, pero dìa con dìa se le desaparecìan muchas gallinas. Ya se encontraba muy molesto por lo que pasaba y se quedaba con la duda de quièn era el ser que le robaba sus gallinas . Pensaba que eran los perros o tal vez los tecolotes; eran tantas las preguntas que èl hacìa.

Se preguntaran por què la hermosa mujer llaamada Elena le decìan ¨La Coyota¨. Bueno , por si no lo sabìan se los voy a contar . Sòlo les pido que no se vayan a asustar de los que les voy a contar.

Cuentan que un muchacho llamado Miguel se enamorò de Elena y hambos tuvieron un gran enamoramiento. Pero Miguel tenìa la duda del por què a Elena le decìan ¨ La Coyota¨ .

Todo empezò la noche de un dìa jueves, cuando estaaba algo lluvioso, con un poco de frìo y neblina. Miguel fue a platicar con Elena màs o menos dos horas; a eso de las diez de la noche , Elena dijo a Miguel que era tarde, que mejor hablaran otro dìa y ambos se despidieron. Al rato Miguel regreso a su casa y dentro de èl surgìan varios pensamientos confusos, dudas sobre su novia Elena; no se quedò conforme y decidiò ir a la casa de ella cuando ya casi eran las doce de la noche. No le importo la hora y se fue. Al llegar a la casa no se atreviò a tocar la puerta y lo que hizo fue ver en un pequeño agujero que habìa en dicha casa.

¿Y saben cuàl fue la sorpresa de Miguel? La sorpresa fue que en el cuarto de Elena viò varis candelas encendiadas formando un cìrculo y dentro del cìrculo estaba ella, quien tambièn tenìa un pañuelo rojo en el cuello. Eso sorprendiò a Miguel, quien con mas curiosidad se detuvo a ver lo que iba a suceder despuès.

Dicen que delante de sus ojos, Elena se convirtiò en coyota. Lo hizo a las doce de la noche, dàndose tres vueltas a la dercha y tres a la izquierda y luego cayò al suelo bomitando sangre. Cuando se levantò, su su cara estaba llena de pelos; tenìa unas enormes orejas y los colmillos bastante grandes. Al ver esto, Migue se asustò y saliò corriendo pues tuvo un gran susto que hasta cambiò de color y nunca màs volviò a hablar con Elena.

Ya les habìa contado de aquel señor que tenìa su gallinero y que le hacìan mucho perjucio. Un dìa de esos tovo la idea de dejar una trampa para darle la caìda al animal o a la persona que le robaba sus gallinas. En la noche escuchò cuando el animal saliò gritando; inmediatamente saliò, pero no alcanzò a ver. El animal se habìa llebado la trampa.

A los pocos dìas, la hermosa mujer (Elena) se enfermò. La gente se preguntaba por què habìa caìdo en cama y muchos llegaban a visitar. En una de sus visitas llegó aquel señor (dueño del gallinero) a ver a Elena, quien se encontraba en cama tapada con su chamarra. El señor por curiosidad levantó la chamarra y vio la trampa que había dejado aquella noche. Así se dio cuenta que el ser que le robaba sus gallinas. Inmediatamente se regó la noticia, toda la gente se enteró de la persona que era "La Coyota". A los ocho días murió Elena y ya nunca más se le perdieron gallinas al señor.


Esta leyenda se ha venido contando de generación en generación, y ahora me tocará contársela a mis hijos, a mis nietos; y por qué no decirlo, a mis biznietos. ¡Hey! joven enamorado, tenga cuidad, talvez su novia resulte ser la próxima "Coyota"

Autor: Edwar David Caté.